Filosofía Helenística
Recibe este nombre la
filosofía desarrollada durante el Helenismo (periodo que abarca en sentido
estricto desde la creación del Imperio griego por Alejandro Magno, a finales del
siglo IV a. C., hasta la conquista de la nación griega por los romanos en la
mitad del siglo II a. C).
En esta última etapa del pensamiento
griego no encontramos filósofos de la talla de Platón y Aristóteles, ni tampoco
una filosofía sistemática que abarque los más importantes temas de la filosofía
(ontología, teoría del conocimiento, ética...). Las preocupaciones filosóficas
fundamentales se refieren a cuestiones morales y a la felicidad. El tema
constante es el ideal del sabio: el filósofo que mediante el uso de su razón
consigue la vida buena y el equilibrio emocional que le permite sobrellevar
felizmente las distintas circunstancias de su vida; la filosofía se convierte en
el saber práctico que faculta a quien la sigue el autodominio y la paz interior;
precisamente la recomendación, tan común en la actualidad, de “tomarse las cosas
con filosofía” tiene su origen en este ideal de filosofía práctica desarrollado
en el helenismo. Si en esta época se cultivan las disciplinas filosóficas no
prácticas es siempre con vistas a la influencia que éstas pueden tener en el
cumplimiento del objetivo citado. Así, cuando los estoicos o los epicúreos
desarrollan cuestiones físicas o lógicas lo hacen en la medida en que dichas
investigaciones pueden ser útiles para el sabio (la teoría del clinamen es un
ejemplo: sirvió a los epicúreos para la defensa de la libertad y para
enfrentarse al determinismo astrológico). La ampliación del horizonte
político que supuso el gran imperio conquistado por Alejandro trajo consigo dos
elementos que, como habitualmente se indica, determinaron la decadencia de la
filosofía griega: por un lado la separación del individuo de lo que hasta ese
momento había sido su ámbito político y existencial: la Polis. Ahora el
individuo ya no se siente inmerso en una comunidad próxima a su circunstancia
vital, comunidad autónoma en relación a las demás y en donde el ciudadano de la
época clásica podía encontrar el marco básico para su desarrollo personal. Esta
falta de raigambre en la ciudad se reflejará por ejemplo en varios aspectos de
la filosofía helenística: la superación del provincialismo mediante la
reivindicación del mundo entero como patria (cosmopolitismo) que encontramos en
los estoicos, y la creencia de que la felicidad del individuo no coincide
necesariamente con el bien del Estado y la comunidad en su conjunto. Las
soluciones éticas ya no son soluciones políticas como en Platón y Aristóteles,
sino soluciones que comprometen a cada uno en particular. Este individualismo
que claramente se observa en el epicureísmo está muy lejos de los ideales
morales y políticos de la época clásica. En segundo lugar, el imperio
supuso que la cultura griega superase los límites de la nación griega,
provocando la helenización de otras tierras y culturas y, a la vez, la entrada
en el mundo griego de elementos orientales, lo que afectó también a la propia
filosofía. Parte de la teología estoica y particularmente sus creencias en la
adivinación y la astrología son en gran medida consecuencia de esta
orientalización de la cultura griega.
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