martes, 12 de marzo de 2013

Filosofía Helenística
Recibe este nombre la filosofía desarrollada durante el Helenismo (periodo que abarca en sentido estricto desde la creación del Imperio griego por Alejandro Magno, a finales del siglo IV a. C., hasta la conquista de la nación griega por los romanos en la mitad del siglo II a. C).
En esta última etapa del pensamiento griego no encontramos filósofos de la talla de Platón y Aristóteles, ni tampoco una filosofía sistemática que abarque los más importantes temas de la filosofía (ontología, teoría del conocimiento, ética...). Las preocupaciones filosóficas fundamentales se refieren a cuestiones morales y a la felicidad. El tema constante es el ideal del sabio: el filósofo que mediante el uso de su razón consigue la vida buena y el equilibrio emocional que le permite sobrellevar felizmente las distintas circunstancias de su vida; la filosofía se convierte en el saber práctico que faculta a quien la sigue el autodominio y la paz interior; precisamente la recomendación, tan común en la actualidad, de “tomarse las cosas con filosofía” tiene su origen en este ideal de filosofía práctica desarrollado en el helenismo. Si en esta época se cultivan las disciplinas filosóficas no prácticas es siempre con vistas a la influencia que éstas pueden tener en el cumplimiento del objetivo citado. Así, cuando los estoicos o los epicúreos desarrollan cuestiones físicas o lógicas lo hacen en la medida en que dichas investigaciones pueden ser útiles para el sabio (la teoría del clinamen es un ejemplo: sirvió a los epicúreos para la defensa de la libertad y para enfrentarse al determinismo astrológico).
La ampliación del horizonte político que supuso el gran imperio conquistado por Alejandro trajo consigo dos elementos que, como habitualmente se indica, determinaron la decadencia de la filosofía griega: por un lado la separación del individuo de lo que hasta ese momento había sido su ámbito político y existencial: la Polis. Ahora el individuo ya no se siente inmerso en una comunidad próxima a su circunstancia vital, comunidad autónoma en relación a las demás y en donde el ciudadano de la época clásica podía encontrar el marco básico para su desarrollo personal. Esta falta de raigambre en la ciudad se reflejará por ejemplo en varios aspectos de la filosofía helenística: la superación del provincialismo mediante la reivindicación del mundo entero como patria (cosmopolitismo) que encontramos en los estoicos, y la creencia de que la felicidad del individuo no coincide necesariamente con el bien del Estado y la comunidad en su conjunto. Las soluciones éticas ya no son soluciones políticas como en Platón y Aristóteles, sino soluciones que comprometen a cada uno en particular. Este individualismo que claramente se observa en el epicureísmo está muy lejos de los ideales morales y políticos de la época clásica.
En segundo lugar, el imperio supuso que la cultura griega superase los límites de la nación griega, provocando la helenización de otras tierras y culturas y, a la vez, la entrada en el mundo griego de elementos orientales, lo que afectó también a la propia filosofía. Parte de la teología estoica y particularmente sus creencias en la adivinación y la astrología son en gran medida consecuencia de esta orientalización de la cultura griega.

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